El rostro de la misericordia / Daniel Conway
Que el valor y el cuidado de María y las mujeres nos unan
La Iglesia, cuando es fiel a su Señor, clama por el fin de los horrores de la guerra.
Como nos recordó el Papa Francisco durante su homilía de la Solemnidad de la Bienaventurada Virgen María el 1.o de enero de 2024, María habla de la paz y nos insta a nosotros, sus hijos, a reconocer que todos somos miembros de una misma familia y a construir comunidades “donde haya lugar para cada descartado de nuestras sociedades” y “donde todos seamos hermanos, donde resplandezcan la justicia y la paz.”
En su encíclica “Fratelli Tutti” (Sobre la fraternidad y la amistad social), el Papa Francisco escribe:
Para muchos cristianos, este camino de fraternidad tiene también una Madre, llamada María. Ella recibió ante la Cruz esta maternidad universal (Jn 19,26) y está atenta no sólo a Jesús sino también “al resto de sus descendientes” (Ap 12:17). Ella, con el poder del Resucitado, quiere parir un mundo nuevo, donde todos seamos hermanos, donde haya lugar para cada descartado de nuestras sociedades, donde resplandezcan la justicia y la paz. (#278)
Construir comunidades que promuevan el bien común de todos requiere que nos escuchemos unos a otros y entablemos un diálogo respetuoso. Como dice el Santo Padre, “la práctica de María de la oración contemplativa combinada con la acción fiel debe animarnos a decir la verdad con amor y, al mismo tiempo, negarnos a descartar de plano las creencias y prácticas de quienes piensan y actúan de forma diferente a nosotros.”
En su homilía, el Papa Francisco afirma:
El auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones o intereses legítimos. Desde su identidad, el otro tiene algo para aportar, y es deseable que profundice y exponga su propia posición para que el debate público sea más completo todavía. Es cierto que cuando una persona o un grupo es coherente con lo que piensa, adhiere firmemente a valores y convicciones, y desarrolla un pensamiento, eso de un modo o de otro beneficiará a la sociedad. Pero esto sólo ocurre realmente en la medida en que dicho desarrollo se realice en diálogo y apertura a los otros. (“Fratelli Tutti,” #203)
El Papa Francisco considera que la Iglesia necesita a María “para redescubrir su propio rostro femenino, para asemejarse más a ella que, como mujer, Virgen y Madre, representa su modelo y su figura perfecta [“Lumen gentium,” #63]; para dar espacio a las mujeres y para ser generativa a través de una pastoral hecha de cuidado y solicitud, de paciencia y valentía materna.”
También considera que el mundo necesita “mirar a las madres y a las mujeres para encontrar la paz, para escapar de las espirales de violencia y odio, y volver a tener miradas humanas y corazones que ven. Y toda sociedad necesita acoger el don de la mujer, de cada mujer: respetarla, cuidarla, valorarla, sabiendo que quien lastima a una mujer profana a Dios, nacido de mujer.”
Tal como nos enseña el Santo Padre:
María, que conoce nuestras necesidades, apresura también para nosotros el desbordamiento de la gracia y lleva nuestras vidas hacia la plenitud. Hermanos, hermanas, todos nosotros tenemos carencias, soledades, vacíos que necesitan ser colmados. Cada uno de nosotros conoce los suyos. ¿Quién puede colmarlos sino María, Madre de la plenitud? Cuando estamos tentados de encerrarnos en nosotros mismos, acudimos a ella; cuando no logramos desenredarnos de los nudos de la vida, buscamos refugio en ella.
La tentación de volvernos a hacia nosotros mismos y permanecer insensiblemente indiferente a las necesidades de los demás, hace que la paz parezca desesperadamente remota e imposible de alcanzar. “Nuestro tiempo, vacío de paz, necesita de una Madre que vuelva a reunir a la familia humana. Miremos a María para ser constructores de unidad, y hagámoslo con su creatividad de Madre, que cuida de sus hijos, los congrega y los consuela, escucha sus penas y enjuga sus lágrimas.”
María habla de paz y nos insta a encontrar en Jesús la unidad que nos acerca a pesar de nuestras diferencias. En su verdad, descubrimos que lo que nos une es mucho más significativo que aquello que nos separa.
Hoy, mientras la guerra hace estragos en Ucrania, Tierra Santa, Haití y otras regiones del mundo, y mientras las comunidades de todo el planeta se dividen en facciones basadas en creencias religiosas opuestas y en puntos de vista contradictorios sobre cuestiones sociales, económicas y políticas, necesitamos más que nunca la intercesión de María.
María nos une y nos inspira a escucharnos respetuosamente unos a otros, especialmente cuando estamos de acuerdo en discrepar con vehemencia.
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †