El rostro de la misericordia / Daniel Conway
Intentar vivir como cristianos pese a la lucha y la tentación
Durante los últimos 10 años de su pontificado, el papa Francisco ha abordado una amplia gama de temas en sus reflexiones de las audiencias generales de los miércoles. A partir de 2024, el Papa ofrecerá una serie de reflexiones semanales sobre el tema “vicios y virtudes.”
En su primera audiencia general celebrada el 3 de enero en el Auditorio Pablo VI del Vaticano, el Santo Padre habló sobre las luchas espirituales a las que se enfrentan todos los cristianos:
De hecho, la vida espiritual del cristiano no es pacífica, linear y sin desafíos, al contrario, la vida cristiana exige un continuo combate: el combate cristiano para conservar la fe, para enriquecer los dones de la fe en nosotros. No es casualidad que la primera unción que cada cristiano recibe en el sacramento del bautismo—la unción catecumenal—sea sin perfume y anuncie simbólicamente que la vida es una lucha. De hecho, en la antigüedad, los luchadores se ungían completamente antes de la competición, tanto para tonificar sus músculos, como para hacer sus cuerpos escurridizos a las garras del adversario. La unción de los catecúmenos pone inmediatamente en claro que al cristiano no se salva de la lucha, que un cristiano debe luchar: su existencia, como la de todos los demás, tendrá también que bajar a la arena, porque la vida es una sucesión de pruebas y tentaciones.
Normalmente no pensamos en la vida cristiana como una batalla o un combate de lucha libre. Es más reconfortante pensar en la Iglesia como un “refugio” o lugar de descanso donde podemos retirarnos de las luchas de la vida cotidiana. Y sin embargo, el Papa Francisco nos recuerda que la comodidad no es el objetivo principal del discipulado cristiano.
Como nos enseña el Papa, «la vida es una sucesión de pruebas y tentaciones». Ninguno de nosotros puede escapar a la confrontación con el mal que se construye en nuestros corazones y mentes como consecuencia del pecado.
“Todos, todos tenemos tentaciones, y tenemos que luchar para no caer en esas tentaciones. Si alguno de ustedes no tiene tentaciones, que lo diga, ¡porque sería algo extraordinario! Todos tenemos tentaciones, y todos tenemos que aprender a comportarnos en esas situaciones.”
La gran historia de las tentaciones de Jesús por Satanás en el desierto pretende inspirarnos y mostrarnos cómo responder cuando, inevitablemente, seamos tentados.
Los Evangelios nos cuentan que inmediatamente después de que Juan lo bautizara en el Jordán—un acto llevado a cabo no por los pecados de Jesús, sino por su deseo de acompañarnos y mostrarnos el camino—el Espíritu Santo condujo a nuestro Señor al desierto donde fue tentado por Satanás:
También en este caso surge la pregunta: ¿por qué razón el Hijo de Dios debe conocer la tentación? También aquí Jesús se muestra solidario con nuestra frágil naturaleza humana y se convierte en nuestro gran exemplum: las tentaciones que atraviesa y que supera en medio de las áridas piedras del desierto son la primera enseñanza que imparte a nuestra vida de discípulos. Él experimentó lo que nosotros también debemos prepararnos siempre para afrontar: la vida está hecha de desafíos, pruebas, encrucijadas, visiones opuestas, seducciones ocultas, voces contradictorias. Algunas voces son incluso persuasivas, tanto que Satanás tentó a Jesús recurriendo a las palabras de la Escritura. Es necesario custodiar la claridad interior para elegir el camino que conduce verdaderamente a la felicidad, y luego esforzarse para no pararse en el camino.
Para “custodiar la claridad interior” se requiere disciplina y la capacidad de decir “no” a nuestro deseo de comodidad, seguridad y estatus social. Significa que debemos mantenernos firmes—siempre con la ayuda de la gracia de Dios—negándonos a ceder a las tentaciones que se nos presentan constantemente en las luchas cotidianas de la vida.
“Recordemos que siempre estamos divididos y luchamos entre extremos opuestos: el orgullo desafía a la humildad; el odio se opone a la caridad; la tristeza impide la verdadera alegría del Espíritu; el endurecimiento del corazón rechaza la misericordia,” afirma el Santo Padre. Nosotros, que buscamos seguir a Jesús y servir como sus discípulos misioneros, “caminamos constantemente sobre estas crestas.”
La reflexión sobre los vicios y las virtudes que forman parte de nuestra experiencia humana común “reflexionar sobre los vicios y las virtudes: nos ayuda a superar la cultura nihilista en la que los contornos entre el bien y el mal permanecen borrosos y, al mismo tiempo”—asegura el Papa—, “nos recuerda que el ser humano, a diferencia de cualquier otra criatura, siempre puede trascenderse a sí mismo, abriéndose a Dios y caminando hacia la santidad.”
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †