Mensaje de Pascua del Arzobispo Charles C. Thompson 2021
Queridor hermanas y hermanos en Cristo:
¡Felices y bendecidas Pascuas! ¡Que todos los corazones y las mentes se alegren en el Señor Jesucristo resucitado! Al igual que un invierno largo y difícil finalmente da paso al renacer que trae la primavera y una pandemia sucumbe a la vacuna, la Cuaresma debe rendirse a la Pascua.
Muchos han soportado numerosas vicisitudes durante estos últimos meses, por los efectos de la pandemia y la penitencia autoimpuesta. Los corazones están cargados con la pérdida de seres queridos, trabajos y hogares.
Entre nosotros hay quienes padecen diversas enfermedades—físicas, emocionales, mentales y espirituales—mientras que otros sufren distintas formas de opresión.
Al igual que aquella primera mañana del domingo de Pascua no disipó todos los aspectos de la miseria, la violencia y la injusticia humanas, nuestra celebración de la Pascua de 2021 no está exenta de la constatación de las penurias, la enfermedad, la crueldad, el dolor y la lucha que siguen asolando a la humanidad. Todo lo que condujo a la pasión y muerte de Jesús lo siguen sintiendo tanto los creyentes como los no creyentes.
No obstante, el Pregón de la Pascua nos exhorta a hacer posible y a acoger el camino de la vida que Jesucristo conquistó por y para nosotros. Es una forma de vida que existe incluso hoy y que perdurará incluso después de que todos los desafíos de la existencia mundana hayan desaparecido. Su resurrección apunta a una realidad divina más allá de la imaginación humana.
Así como la condena y la ejecución no pudieron separar a Dios Hijo de Dios Padre, ningún poder en la Tierra puede separarnos del amor de Cristo.
La Resurrección de Jesucristo apunta al hecho de que el sepulcro vacío, y no lo ocurrido en el Calvario, es lo que en definitiva tiene la última palabra en el plan de salvación de Dios para aquellos que confían en Su Hijo como Salvador del Mundo. Los que llevan su cruz con fe y esperanza, a pesar de lo que puedan sufrir en esta vida, siempre tienen motivos para alegrarse.
Cargamos la cruz de Jesucristo para poder participar en su corona de victoria sobre el pecado y la muerte. Ha resucitado de entre los muertos para que la humanidad pueda elevarse por encima de un sentimiento de orgullo, miedo, culpa, vergüenza, desobediencia, venganza y desesperación hacia una vida nueva y duradera.
No permitamos que se nos niegue la alegría evangélica de la resurrección. El resplandor del Señor Jesucristo resucitado disipa las oscuras sombras de la cruz.
Al vivir con la libertad de los hijos de Dios, tenemos motivos para alegrarnos. Que nuestro testimonio, como discípulos misioneros del Señor resucitado, sea motivo de alegría para el mundo por el encuentro personal con Él. En efecto, ¡Él vive y reina para siempre!
Saludos pascuales en Jesucristo resucitado,
Arzobispo Charles C. Thompson