Cristo, la piedra angular
El Domingo de la Santísima Trinidad celebra la cercanía de Dios
“El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina” (Catecismo de la Iglesia Católica, #234).
Este domingo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad (Domingo de la Santísima Trinidad). Esta importante fiesta no debe ser una ocasión para exponer las complejas cuestiones doctrinales sobre la Trinidad. Más bien, deberíamos aprovecharla para reflexionar sobre la sencilla verdad de la cercanía de Dios con
su creación y, especialmente, con cada uno de nosotros que hemos sido hechos a su imagen y semejanza.
Nuestro Dios se nos ha revelado tanto a través de nuestra inteligencia nativa (la razón) como de su Palabra (la revelación). A partir de estas dos fuentes sabemos muchas cosas importantes sobre Dios. He aquí algunas de las más significativas:
En primer lugar, que Dios es uno. No hay muchos dioses, sino un solo Dios verdadero. Tal como escuchamos en la primera lectura “Aprende y reflexiona hoy en tu corazón que el Señor es Dios, lo mismo arriba en el cielo que abajo en la tierra, y que no hay otro Dios. Cumple con sus estatutos y sus mandamientos, los cuales hoy te ordeno cumplir, para que te vaya bien, a ti y a tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que el Señor tu Dios te da para siempre” (Dt 4:32-34, 39-40).
Tenemos la tentación de adorar a muchos dioses falsos bajo el disfraz de la fama y la fortuna, la riqueza y el estatus social, el enamoramiento o la idolatría heroica. Ninguna de estas cosas es Dios, por mucho que nos lo quieran hacer creer. Solo hay un Dios tal y como se nos ha revelado en la persona de Jesucristo por el poder del Espíritu Santo.
En segundo lugar, como indica la última frase, Dios es tres personas en un solo Dios. El gran misterio que celebramos este fin de semana es que Dios es auténtica unidad en la diversidad.
San Pablo da testimonio de esta poderosa verdad en la segunda lectura del domingo cuando dice:
Pues ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice nuevamente al miedo, sino que han recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. (Rom 8:15-17)
Dios es Abba, nuestro Padre, y todos somos sus hijos. Dios también es “Hijo,” nuestro hermano, igual a nosotros en todo menos en el pecado. Por último, Dios es el Espíritu Santo que da testimonio de la verdad y que trabaja sin cesar para mantenernos unidos a nuestro Dios trino y entre nosotros.
Tercero, Dios está cerca de nosotros. La gran obra que encomendó nuestro Señor a los discípulos al momento de su ascensión a los cielos nos asegura que nuestro Dios no está ausente, indiferente o lejos de nosotros en las alturas celestiales. Dios está más cerca de nosotros que nosotros mismos, y nos ha confiado la enorme responsabilidad de proclamar al mundo entero que está con nosotros, ahora y siempre.
Como leemos en el Evangelio según san Mateo:
Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Enséñenles a cumplir todas las cosas que les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. (Mt 28:18-20)
En efecto, el Dios trino es un misterio que ninguno de nosotros podrá jamás comprender por completo, pero esto no debe impedirnos acercarnos a nuestro Dios en la oración y los sacramentos, en la meditación de su Palabra y en la comunión con él en el servicio a todos nuestros hermanos y hermanas. Podemos crecer en nuestra comprensión de este misterio divino mediante nuestro crecimiento espiritual personal y nuestra participación colectiva en el amor abnegado que solamente procede de Dios.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo” (#234).
Aprovechemos esta solemnidad de la Santísima Trinidad para acercarnos al Dios trino que nos creó, que nos ama y que nos invita a ser sus discípulos misioneros. †