Cristo, la piedra angular
Demos gracias a Dios en la Sagrada Eucaristía
La fecha de publicación de esta columna es el viernes 24 de noviembre, el día después del Día de Acción de Gracias. Rezo para que hayan tenido una celebración de Acción de Gracias bendecida. También rezo para que ayer fuera un día de alivio para los que sufren hambre, falta de vivienda y todas las formas de pobreza espiritual y material.
Aunque el Día de Acción de Gracias es una fiesta secular, los que creemos en un Dios generoso y amoroso no podemos dejar de aprovechar esta oportunidad para dar gracias por todos los dones que hemos recibido de Él. Para los católicos, no hay mejor forma de expresar nuestro agradecimiento que participar plenamente en la sagrada Eucaristía, cuyo propio nombre significa “dar gracias.”
Muchos pastores afirman que la misa de la mañana del Día de Acción de Gracias es una de sus celebraciones predilectas. Si bien no es un día de precepto y nadie está obligado a asistir, la Iglesia rebosa con el sentimiento de gratitud de los fieles presentes que realmente quieren estar allí y dar gracias a Dios.
La Eucaristía es el don incomparable del Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de nuestro Señor para nosotros. Cuando recibimos la Eucaristía, aceptamos en nuestras mentes, corazones y cuerpos a la persona de Jesucristo. Lo alabamos y le damos las gracias por este don tan íntimo que nos hace a nosotros, que no merecemos en absoluto un regalo tan precioso.
Incluso los católicos más devotos sienten a veces la tentación de descuidar su responsabilidad de participar activamente en la liturgia eucarística o de adorar al Santísimo Sacramento fuera de la misa. Estamos ocupados con muchas cosas y olvidamos con demasiada facilidad (o no apreciamos como deberíamos) que la entrega de Cristo a nosotros es la “fuente y cumbre” de nuestras vidas como discípulos misioneros de Jesús.
Como confío en que muchos de ustedes sepan, nos encontramos en medio de un “renacimiento” de tres años de la devoción eucarística patrocinado por la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos. Esta iniciativa especial se puso en marcha en la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi) de 2022. Las diócesis de todo Estados Unidos están llevando a cabo iniciativas locales para celebrar la Sagrada Eucaristía y promover los objetivos del Renacimiento Eucarístico Nacional. Estos eventos locales culminarán en un Congreso Eucarístico, que se celebrará del 17 al 21 de julio de 2024 en Indianápolis.
En este encuentro histórico, católicos de todas las edades se reunirán para adorar a nuestro Señor con una fe alegre y expectante. Allí, el Espíritu Santo promete encender un fuego misionero en el corazón de nuestra nación mientras nos consagramos de nuevo a la fuente y la cumbre de nuestra fe.
Hace poco más de un año, durante el Congreso Eucarístico Italiano del 26 de septiembre de 2022, el Papa Francisco dijo al clero, a los religiosos y a los fieles laicos allí presentes:
“Se los digo: ¡Volvamos a Jesús! ¡Volvamos a la Eucaristía! Aunque estemos quebrados por los dolores y sufrimientos de la vida, Jesús se convierte en el alimento que nos alimenta y nos cura.”
Especialmente durante este año de Renacimiento Eucarístico, se nos invita—desafía—a desarrollar una conciencia más profunda del significado de este maravilloso sacramento. “Volver a la Eucaristía” no es únicamente para los que han dejado de practicar su fe, si bien uno de los principales objetivos de este renacimiento es animar y apoyar a los que han rechazado su fe católica o simplemente se han alejado. Volver a la Eucaristía—en el sentido de tomar la decisión deliberada de centrar nuestras vidas en el gran misterio de la presencia real de Cristo—es algo que se nos exhorta que hagamos.
Volver a Jesús, la conversión, significa permitirle que nos muestre el camino para dar gracias al Padre entregando nuestras mentes y corazones a la voluntad de Dios para nosotros. Al volver a la Eucaristía dejamos que Jesús alimente nuestros corazones hambrientos y sane nuestros quebrantos.
Será un gran privilegio para nosotros acoger el Congreso Eucarístico Nacional aquí, en nuestra Arquidiócesis, el próximo verano, pero también entraña una gran responsabilidad. El objetivo oficial del renacimiento es: inspirar y preparar al pueblo de Dios para que se forme, sane, se convierta, se unifique y se despliegue en un mundo herido y hambriento a través de un encuentro renovado con Jesús en la Eucaristía, el origen y la cumbre de nuestra fe católica.
Como Arquidiócesis anfitriona, debemos estar preparados—espiritual y organizativamente—para cumplir este ambicioso objetivo acogiendo a peregrinos de todas las regiones de nuestra nación mientras celebramos el gran don que el Señor nos hace de sí mismo en la Eucaristía.
Durante esta temporada especial de Acción de Gracias, volvamos a la Eucaristía. Demos gracias a Dios por el maravilloso don de la presencia de Cristo entre nosotros en este Santísimo Sacramento. †