Alégrense en el Señor
La Navidad es una fiesta de alegría en el Cielo, celebrada en la Tierra
¡Feliz Navidad!
¿Ustedes creen que los santos y los ángeles celebran la Navidad en el Cielo? Espero que sí. Esta es una fiesta maravillosa, repleta de efusividad, amor, paz y alegría. Sé que en el Cielo todos los días son maravillosos, pero estoy seguro de que la felicidad celestial aumenta todavía un poquito más, por lo menos una vez al año, al magnífico compás de coros celestiales y el refulgir de otra estrella titilante.
Apenas puedo imaginarme la alegría que deben sentir nuestra Santa Madre y todos los santos en este día tan especial. ¿Creen que si les rogáramos con humildad de corazón en este Día de Navidad, nos abrirían las puertas del cielo, aunque sea una rendija, para que esa alegría fluya y colme nuestro mundo afligido, al menos con una pequeña cuota de la felicidad y de la paz que experimentan en la vida eterna junto al Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?
Asociamos la Navidad con la alegría. ¿Acaso saben qué es la alegría? ¿La han sentido recientemente?
En su autobiografía titulada, Sorprendido por la alegría (Surprised by Joy) el escritor inglés C. S. Lewis habla acerca de la alegría como algo muy distinto del placer o incluso de la felicidad. La alegría es algo más profundo, más intenso y más impreciso; nos toma por sorpresa e influye tremendamente sobre nosotros. La alegría es la satisfacción de los deseos más profundos. Está estrechamente vinculada al anhelo divino al que alude San Agustín al escribir que nuestros corazones no tienen sosiego hasta que encuentran el descanso supremo en Dios.
Cuando era yo un niño de escuela primaria, las Hermanas nos dieron una herramienta muy sencilla y muy profunda a la vez, para aprender el significado de la alegría. Nos dijeron que al deletrear la palabra alegría (en inglés “joy”), la “j” es de Jesús que siempre tiene que ser lo primero en nuestras vidas. La “o” de los otros que vienen de segundo; y la “y” del yo. Coloquemos a Jesús de primero, a los otros en segundo lugar y al “yo” en tercer lugar, y sabrán lo que es la alegría (joy).
¿No les parece increíble que una técnica de enseñanza tan sencilla encierre un significado tan poderoso? Se han escrito numerosos libros de filosofía, teología y espiritualidad sobre los conceptos de la alegría y la felicidad. Supongo que las sutilezas que resaltan son muy importantes para llegar a comprenderlos a plenitud y con exactitud, pero eso no quiere decir que lo que las Hermanas nos enseñaron sea menos trascendental. Si ponemos a Jesús de primero en nuestras vidas, pensamos en los otros antes que en nosotros mismos, ¡los sorprenderá la alegría!
Jesucristo es el máximo regalo de la Navidad, es la fuente de la alegría verdadera; es el obsequio del Dios Padre, que se convirtió en uno de nosotros en todo menos en el pecado, por el poder del Espíritu Santo. Este maravilloso regalo le fue entregado primero a María y luego al resto de nosotros para salvarnos del poder destructivo del pecado y de la muerte. Esta es la alegría, la satisfacción de todos los anhelos humanos. Esto es lo que celebramos hoy en la Tierra, así como en el Cielo (espero). Este es el día en el que evocamos más vívidamente el misterio de la Encarnación y la alegría del nacimiento de Cristo.
Todos los demás regalos de la Navidad resultan mediocres al compararlos con este: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su único Hijo, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él” (Jn 3:16-17).
En el día de Navidad, y durante toda esta temporada de júbilo, se nos invita a unirnos a María y a todos los ángeles y santos, en un festival de paz y felicidad, lleno de alegría. En el Cielo no hay lágrimas, no hay dolor ni preocupaciones acerca del mañana. Puesto que el cielo no es en verdad un lugar, una ubicación geográfica, sino la experiencia de vivir en amorosa cercanía (en comunión) con un Dios que es el anhelo de nuestros corazones, cuesta un poco imaginarse cómo será esta enorme celebración de alegría. Empleamos las imágenes de coros musicales, danzas y lujosos banquetes porque así es cómo lucen nuestras celebraciones terrenales.
La alegría en el Cielo durante el Día de la Navidad no se puede describir exactamente con palabras o imágenes mundanas, pero creemos con todo el corazón que aquellos que han partido antes que nosotros a nuestro hogar celestial se llenan de júbilo en este día. Y, tal como dije antes, esperamos y rezamos para que esta alegría se derrame y traiga paz a la Tierra, hoy y siempre.
Jesús es nuestra alegría: cuando lo colocamos a Él de primero, a los otros en segundo lugar y al “yo” de tercero, todo cae en su debido lugar.
Gracias, Padre Celestial, por el maravilloso regalo de Tu amor. Ayúdanos a ser buenos administradores de la alegría para compartirla generosamente con los demás durante esta temporada navideña.
¡Feliz Navidad! †
Traducido por: Daniela Guanipa