Buscando la
Cara del Señor
Oren y continúen mirando hacia el futuro durante el Adviento
Por años he utilizado un libro que contiene meditaciones diarias, como parte de mis reflexiones matutinas. De vez en cuando hago citas de dichas series en mi columna semanal.
Con el fin de prepararme para la temporada del Adviento saqué de mi biblioteca el primer volumen de Hablar con Dios del padre Francisco Fernández del Opus Dei (Scepter Press).
Descubrí un pasaje de la vida de Santa Teresa de Ávila que me resultó atractivo. No había reparado en él. Dicho pasaje aborda la realidad sobre las distracciones durante la oración. Deseo citarlo extensamente ya que algunos de ustedes me han dicho que luchan contra el desafío de la distracción.
Santa Teresa escribió: “Fuera imposible, me parece, perseverar dieciocho años que pasé [..] en grandes sequedades [en la oración], por no poder [...] discurrir. En todos estos [años], si no era acabando de comulgar, jamás osaba comenzar a tener oración sin un libro [...]. Con este remedio [...], andaba consolada. Porque la sequedad no era lo ordinario, pues era siempre cuando me faltaba el libro que era luego desbaratada el alma; y los pensamientos perdidos, con esto los comenzaba a recoger, y como por halago llevaba el alma. Y muchas veces, en abriendo el libro, no era menester más. Otras leía poco, otras mucho, conforme a la merced que el Señor me hacía.” (Santa Teresa, Vida¸4, 9). Santa Teresa tenía los pies sobre la tierra.
Conforme procuraba la meditación sugerida para el Primer Domingo de Adviento, encontré una cita del sermón sobre el Adviento del monseñor Ronald Knox. Su forma de predicar llega muy hondo y por tanto, ofrezco otra cita extensa.
“Todo el mundo ha tenido la experiencia, incluso los que hemos vivido sin mayores osadías, de lo que es caminar en la noche y arrastrar los pies durante kilómetros, alargando ávidamente la vista hacia una luz en la lejanía que representa de alguna forma el hogar. ¡Qué difícil resulta apreciar en plena oscuridad las distancias! Lo mismo puede haber un par de kilómetros hasta el lugar de nuestro destino, que unos pocos cientos de metros. En esa situación se encontraban los profetas cuando miraban hacia adelante, en espera de la redención de su pueblo. No podían decir, con una aproximación de cien años ni de quinientos, cuándo habría de venir el Mesías. Sólo sabían que en algún momento la estirpe de David retoñaría de nuevo, que en alguna época se encontraría una llave que abriría las puertas de la cárcel; que la luz que sólo se divisaba entonces como un punto débil en el horizonte se ensancharía al fin, hasta ser un día perfecto.
Esta misma actitud de expectación desea la Iglesia que tengamos con sus hijos en todos los momentos de nuestra vida. Considera como una parte esencia de su misión hacer que sigamos mirando al futuro, aunque ya pronto va a cumplirse el segundo milenio de aquella primera Navidad, que la liturgia nos presenta inminente. Nos alienta a que caminemos con los pastores, en plena noche, vigilantes, dirigiendo nuestra mirada hacia aquella luz que sale de la gruta de Belén.” (R.A. Knox, Sermón sobre el Adviento, 21-XII-1947).
Monseñor Knox dice que debemos seguir mirando hacia el futuro. ¿Cómo podemos hacer esto durante la época del Adviento?
Primero que nada, significa que debemos observar y rezar con renovada concentración. Se nos exige estar atentos en todo momento, pero en esta temporada de expectativas resulta especialmente adecuado. Debemos examinar nuestros valores para determinar si quizás estamos tan concentrados en las “cosas mundanas” que pasamos por alto el significado de la Navidad, y en efecto, de la vida misma.
Tal vez resulte adecuado practicar algunos sacrificios como parte de nuestra manera de estar un poco más atentos a los verdaderos valores que nos presenta el Adviento y para la Navidad. Nuestras parroquias ofrecen el sacramento de la penitencia y de la reconciliación. Quizás podríamos hacer un esfuerzo adicional para beneficiarnos de este sacramento como la principal forma para prepararnos para la celebración de la Navidad.
Hay dos festividades marianas que también ofrecen una forma especial para celebrar la temporada del Adviento. La festividad de la Inmaculada Concepción y la festividad de María como Nuestra Señora de Guadalupe resultan oportunas. †