Buscando la
Cara del Señor
Las obras de arte con motivos religiosos y la imaginación contribuyen a profundizar nuestra fe
Escribo esta columna con anticipación ya que, con el favor de Dios, para el momento en que se publique estaré encabezando una peregrinación a Oberammergau en Alemania.
Como peregrinos asistiremos a una producción sobre la Pasión de nuestro Señor Jesucristo que durará todo el día. (Me han informado que habrá un receso para comer.)
Esta versión de la Pasión de Jesús la interpretan prácticamente todos los ciudadanos de Oberammergau únicamente cada 10 años. Siempre he querido ver esta representación teatral pero nunca había tenido la oportunidad. He estado antes en ese pueblo alemán y he visto los escenarios armados, los trajes y los accesorios, pero nunca durante la producción en el undécimo año.
Espero con ansias ver la representación teatral pero no por pura curiosidad. Siempre he sentido devoción y amor por la Pasión de Cristo. El Vía Crucis es una de mis devociones predilectas. La obra es en alemán y espero que mis conocimientos del idioma sean lo suficientemente buenos para poder seguir el hilo de una historia que me es familiar. Rezaré por todos ustedes durante la obra.
Recuerdo que de niño me fascinaban las estaciones del Vía Crucis en la iglesia de mi juventud, San José, en Jasper. Recuerdo que las estudiaba con gran admiración durante la Misa y mientras hacíamos fila para confesarnos.
Me impresionaba la magnitud de su tamaño. Las estaciones son grandes, pero estoy bastante seguro de que por aquel entonces me parecían aún más grandes. Me encantaba la presentación y los colores de las imágenes y todavía hoy en día me encantan. Por supuesto, como niño, el efecto artístico resultaba importante, pero lo que es aún más importante es que mi amor por el Vía Crucis y seguir la Pasión de Cristo tuvieron sus raíces en esa iglesia.
También recuerdo que analizaba los mosaicos que decoraban la iglesia de San José. El lado en el que nuestra familia siempre se colocaba para asistir a la Misa daba hacia un gran mosaico sobre la boda de María y José. No se ven muchas ilustraciones de ese matrimonio.
Ese mosaico me impresionó debido a la idea del carácter sagrado del matrimonio y el testimonio de María y José. La ilustración databa del período medieval más o menos y, por supuesto, no estaba destinada a ser una reproducción real de lo que haya sucedido en los esponsales de María y José.
Durante mis primeros años los monjes benedictinos de Saint Meinrad servían a la parroquia de San José. (Fui bautizado por el padre benedictino James Reed.)
Menciono a los monjes porque fueron los constructores de la monumental iglesia y en todo su interior había muchísimos símbolos benedictinos. De hecho, hasta una renovación posterior, las estatuas de San Benito y Santa Escolástica se ubicaban a cada lado del altar principal. Coincidencialmente el formidable altar principal de mármol ilustraba el sacrificio de Abraham y de Melquisedec.
No era mi intención explayarme en un recorrido verbal de la iglesia de San José, si bien vale la pena que se detenga a verla si se encuentra en el sur de Indiana. Predomina sobre el horizonte de Jasper, de modo que no pasa desapercibida.
Han pasado 65 años desde que mis primeras impresiones sobre la fe religiosa se formaron con gran arraigo en esa iglesia de mi infancia. Me siento agradecido por las obras de arte sacras que constituyeron un aspecto importante de mi vida como joven y todavía siguen siendo una parte importante de mi vida. Somos seres visuales y necesitamos imágenes que modelen nuestra imaginación y dejen huella en nuestras vidas espirituales. Aprendí mucho sobre mi fe católica gracias a las obras de arte en la vieja iglesia de San José.
Pienso que mi experiencia resulta reveladora ya que apoya la importancia de las imágenes y la imaginación en el perfilado de nuestra fe en Dios. No podemos depender simple y únicamente de las palabras, la filosofía y la teología, con todo y lo importantes que puedan ser, para profundizar en el conocimiento de aquello en lo que los católicos creemos y el motivo por el que lo hacemos.
Tiendo a estar de acuerdo con las personas que sostienen que perdimos buena parte de nuestra cultura católica local después del Concilio Vaticano II. En un esfuerzo por aplicar algunos correctivos a la forma como celebrábamos la liturgia, considero que pasamos de una interpretación más piadosa del arte sacro y de los ornamentos litúrgicos a interpretaciones sin duda alguna más austeras. También tiendo a convenir en que, por un lado, nos apoyamos enormemente en la intelectualización de la presentación de nuestra fe, y por otro, en la simplificación banal de las imágenes.
Estoy convencido de que las obras teatrales sobre la Pasión y el Vía Crucis (y ciertamente la celebración digna de los sacramentos, ritos y ceremonias de la Iglesia católica) contribuyen a reforzar las bases que nuestra imaginación necesita para apoyar la práctica de la fe.
Somos seres visuales y nuestra religión y cultura tiene mucho que aportar a nuestro dinamismo como pueblo creyente. †