Buscando la
Cara del Señor
Jesús se identifica con aquellos que caen una y otra vez
(Noveno de la serie)
Estabas allí cuando cayó por tercera vez?”
La novena estación del camino del Vía Crucis nos trae a la mente las palabras de Jesús: “Venid a mí todos los que estéis fatigados y cargados, y Yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt 11:28-30).
Sin duda, Cristo sabe los retos que enfrentamos a lo largo de nuestro camino en la vida. Sus tres caídas en la vía hacia el Calvario son la medida de su amor por nosotros y también su forma de identificarse con nuestras limitaciones humanas.
Sugiero que enfoquemos esta tercera caída al suelo como una señal de que Jesús se identifica con aquellos que caen una y otra vez, aquellos que caen incluso cuando el final del camino está a la vista.
Para el momento en que Jesús cayó por tercera vez, el Calvario, el lugar de su crucifixión debió haber estado a la vista.
Como cualquier ser humano, Jesús debió haber experimentado la vergüenza de la debilidad física cuando cayó de nuevo frente a una turba hostil que le abucheaba. Pero se levantó del suelo una vez más; y así podemos hacerlo todos nosotros los que recurrimos a Él.
Me viene a la mente una de las aflicciones de los seres humanos de nuestros tiempos. El tema de caer una y otra vez le ocurre a quienes están atrapados en adicciones esclavizantes.
Sin duda las adicciones han sido una carga para la sociedad humana a través de los siglos desde la caída de Adán y Eva, pero parece que esta aflicción tiene mayor prevalencia en nuestro mundo contemporáneo.
Además de la adicción al alcohol, la adicción ampliamente extendida a las drogas, la adicción sexual y la adicción a la pornografía y al juego parecen ir en aumento.
Por ejemplo, los orientadores y los confesores mencionan que escuchan muy a menudo el sufrimiento que causa la adicción a la pornografía en Internet. El desarrollo y la facilidad de acceso que proporciona Internet hace que la pornografía sea fácilmente accesible y aparentemente anónima.
Cualquier adicción degrada el espíritu humano. Y en verdad, aunque pueda parecer de otro modo, las adicciones no son un tema privado.
Otros sufren las consecuencias paralelas a la adicción. Pienso en las esposas que sufren por la adicción de un esposo a la pornografía. La situación es seria porque vencer las adicciones es difícil debido a su abrumador poder sicológico.
Afortunadamente, los programas de recuperación han evolucionado y están a disposición para asistir a las personas en el manejo de una aflicción agobiante. Sin embargo, la recuperación sólo es posible y efectiva si el adicto es capaz hacerse cargo del problema y desea hacerlo, y busca ayuda. Es difícil resignarse y someterse.
Nuestra tradición espiritual y moral puede ser de enorme ayuda para aquellos que sufren tanto. Primero, la fuerza espiritual y moral está a nuestra disposición por medio de los sacramentos de la Eucaristía y la reconciliación. Un confesor o un compañero espiritual puede ofrecer guía y orientación pastoral y acompañar a una persona adicta en el difícil reto que representa someterse a recibir ayuda.
El reto de vencer adicciones de cualquier clase no es la única carga que llevan ciertas personas. Hay otros hábitos de pecado, algunos verdaderamente graves, que también son esclavizantes. Los sacramentos de la Iglesia son regalos de Cristo que nos permiten encontrar paz mental y espiritual.
El sacramento de la penitencia y la reconciliación es el tribunal de la amorosa misericordia de Dios. Ningún pecado es demasiado grande para el perdón de Dios, cuyo nivel de amor es mayor que todo el pecado del mundo. La invitación de Jesús; “Venid a mí todos los que estéis fatigados y cargados” (Mt 11:28) es para todos los que se sientan agobiados de alguna forma.
Los confesores y los orientadores espirituales están listos y deseosos de ayudar a las almas afligidas a encontrar su camino. En el nombre de Cristo, ofrecen Su paz. El objetivo de su Pasión, muerte y resurrección fue ganar la redención para nosotros.
Escuchamos hablar mucho en nuestros días sobre los cuidados preventivos de salud. Nuestra salud moral y espiritual también se beneficia de los cuidados preventivos.
La prevención más efectiva, por supuesto, es la amistad con Jesús. Cuando habló a nuestra juventud y adultos jóvenes y seminaristas en Nueva York en el pasado mes de abril, el Papa Benedicto XVI les dijo: “Les insto a que profundicen su amistad con Cristo. Hablen con Él de corazón a corazón.”
A veces podemos ser reacios a hablar de corazón a corazón con Cristo porque tenemos dificultad en creer que nuestra oración sea lo suficientemente buena o que seamos dignos de su amistad.
Ante todo, tenemos la ayuda del Espíritu Santo que nos asiste en la oración.
Segundo, necesitamos recordar que Jesús mismo nos llamó amigos. Lo hizo en la Última Cena cuando se entregó a sí mismo en la Sagrada Eucaristía.
Él está aquí para todos nosotros. †