Buscando la
Cara del Señor
La serie de verano constituye la preparación para el aniversario arquidiocesano
El 2009 marca el aniversario 175 de la fundación de la diócesis de Vincennes, el comienzo oficial de la Iglesia Católica en Indiana.
En 1898, la diócesis se trasladó a Indianápolis y en 1945 se convirtió en la Arquidiócesis de Indianápolis.
Aunque nuestra conmemoración del aniversario no será demasiado pomposa, es oportuno que observemos una pausa comunitaria de reflexión intencional y oración sobre lo que este aniversario significa.
Primero y principal, necesitamos agradecer a Dios estos 175 años de maravillosas bendiciones para nuestra Iglesia en Indiana. Debemos hacer una pausa y recordar a nuestros indulgentes predecesores: nuestros obispos, sacerdotes y religiosos y, sí, también quienes fueron la “sal de la tierra” nuestros ancestros en la fe, cuyos hombros nos sostienen hoy en día.
Nuestra Iglesia local no surgió por casualidad. Con la ayuda de la gracia de Dios, estas personas construyeron nuestra Iglesia aquí en Indiana. El Señor construyó la casa, pero sus instrumentos fueron las personas que verdaderamente se sacrificaron.
Recibimos y transmitimos el fruto de la fe, la esperanza y la caridad que procede de aquellos que no reciben reconocimiento. Nos debemos a nosotros mismos, así como también a la posteridad, detenernos a pensar sobre nuestra propia responsabilidad en la fe.
Ahora es nuestro turno para continuar construyendo la sagrada Iglesia de Dios y para invitar a otros a que vengan y se unan a nosotros. Con este pensamiento en mente, hemos elegido la máxima para la celebración de aniversario en el 2009: “Hemos visto al Señor; ven y ve.”
Propongo un año de recordación intencional y de “anticipación del futuro” espiritual en oración. Se ha programado una peregrinación arquidiocesana a la Tierra Santa del 17 al 27 de septiembre de 2008, como evento inaugural para el año de gracia. Considero que un retorno virtual a nuestras raíces cristianas es el lugar adecuado para comenzar la conmemoración de nuestro aniversario.
Un grupo representativo de peregrinos de nuestra arquidiócesis seguirá los pasos de Jesús como un recordatorio visible de que nuestra salvación y nuestra identidad provienen de Cristo, así como la Iglesia a través de la cual continuamos llevando a cabo la misión de Cristo. (En la página 3 de este ejemplar de The Criterion puede encontrar más información sobre la peregrinación.)
Una de las prácticas piadosas preferidas del peregrinaje a Tierra Santa es que los peregrinos lleven una cruz por la Vía Dolorosa que marca el camino que siguió Cristo serpenteando a través de las calles aún congestionadas de Jerusalén hasta el Calvario.
Remontándonos a los opresivos años de finales de la Edad Media, cuando a los peregrinos se les impedía visitar los sitios sagrados de la Tierra Santa, surgió la costumbre de hacer réplicas de esos lugares santos adonde los peregrinos pudiesen ir y orar.
Una de las prácticas piadosas más populares era las “Estaciones del Vía Crucis.”
Estas “estaciones” son una réplica de los lugares de parada para oración en la Vía Dolorosa de Jerusalén. Se reconoce a San Alfonso Ligorio como el redactor de las primeras oraciones conocidas para el Vía Crucis en 1761.
Escribió: “El ejercicio pío del Vía Crucis representa la dolorosa jornada que Jesucristo realizó con la cruz a cuestas, para morir en el Calvario por amor a nosotros. Debemos por ende practicar esta devoción con el mayor fervor, colocándonos en espíritu al lado de nuestro Salvador, a medida que caminamos por la dolorosa vía, uniendo nuestras lágrimas con las suyas, y ofreciéndole tanto nuestra compasión como nuestra gratitud” (El Vía Crucis, según lo escribió San Alfonso Ligorio, Barton-Cotton, 1977).
Como una forma de prepararnos para el peregrinaje a Tierra Santa y para invitar a tantas personas como sea posible localmente para participar en el camino que recorrió Jesús, espero proporcionar una reflexión semanal en cada una de las 14 estaciones. Estas reflexiones comprenderán la serie de columnas para el verano y nos conducirán al peregrinaje inaugural de la celebración del aniversario en el 2009.
Mis reflexiones serán simplemente eso: mis propios pensamientos personales en cada estación. Espero que esto proporcione otra forma de “venir y ver a Jesús.”
Debo mencionar que aunque esta práctica piadosa tiene lugar en la Vía Dolorosa, el sendero hacia el Calvario, no se detiene allí.
En una reflexión del Viernes Santo, la mística Catherine de Hueck Doherty escribió: “Aunque la cruz esté allí de pie, sola y desnuda, dominando la escena del Viernes Santo, glorifica el canto triunfante de la resurrección. Si escuchamos bien mientras miramos esta solitaria cruz, escucharemos el canto del aleluya. Es apenas perceptible, pero cada momento que pasa los acerca más y su gozosa melodía debe ya comenzar a llenarnos con un regocijo delirante y hacernos repetir una y otra vez: ‘Estamos redimidos, hemos sido salvos … podemos de nuevo ser uno con Dios’ ” (Las Estaciones de la Cruz, en los pasos de la Pasión con Catherine Doherty, Madonna House Publications, 2004).
Nuestra historia arquidiocesana serpentea por el Vía Crucis y en el júbilo de la Pascua de Resurrección. †