Buscando la
Cara del Señor
Recurre a Dios en la oración y edúcate sobre la fe en la Cuaresma
La Cuaresma es una oportunidad de gracia para ponderar los desafíos que enfrentamos para responder a nuestro llamado bautismal a la santidad.
Cuando renovemos nuestra profesión de fe bautismal el Domingo de Resurrección, debemos hacerlo con una convicción intencional. Nuestra respuesta colectiva al llamado del bautismo es también la tarea que enfrentamos a medida que continuamos con nuestra misión como la Arquidiócesis de Indianápolis.
Yo describiría nuestro desafío fundamental como aquel de reclamar la plenitud de la dignidad humana. ¿Qué quiero decir con esto?
El cumplimiento de nuestra dignidad humana tiene su origen en nuestro llamado a vivir en el amor de Dios. Ciertamente podemos aseverar que, al final, nuestro destino es divino: Creados a imagen de Dios, nuestro objetivo final es regresar para descansar en Él. La vida, muerte y resurrección de Jesús hizo que esto sea posible.
¿Acaso esta disertación hace que desee pasar a la siguiente página en busca de algo más interesante? ¿Acaso el llamado cristiano a reclamar nuestra dignidad luce demasiado abstracto, o tal vez demasiado obvio? ¿Acaso el llamado a la santidad suena aburrido o apartado de la realidad?
Las discusiones cotidianas con amigos y seres queridos, el doloroso temor de sentirse incomprendido, menospreciado y solo, las tensiones de la vida conyugal y la tentación de ser infiel, o quizás la ansiedad sobre la carencia de dinero y conservar un trabajo en una época de recesión, todos estos aspectos pueden ocupar nuestras mentes y corazones. Aquello que ocupa nuestras mentes y nuestros corazones es lo que generalmente llamamos real.
Ciertamente, estas cosas de la experiencia humana cotidiana son reales, y debemos enfrentarlas. Sería una tontería negar nuestras preocupaciones humanas y en consecuencia alejarnos de la lucha humana que forma parte de nuestra cuota diaria.
Pero permitirnos quedar atrapados en estas preocupaciones como si fueran la totalidad de nuestras vidas, o más aun, permitirnos quedar atrapados en preocupaciones más positivas, tales como el éxito en la carrera, la casa de nuestros sueños, un auto de lujo o el romance perfecto, es convertirnos en esclavos ciegos e infelices.
No importa qué tan arduamente trabajemos o cuánto nos esforcemos, nadie ni nada (independientemente de lo costoso que sea), puede hacer realidad nuestro destino humano. Sin embargo, el mensaje del comercialismo material nos hace creer lo contrario.
En estos momentos, pienso que se podría argumentar que una de las mayores preocupaciones de los miembros de nuestra Iglesia (e incluso de todas las personas de fe), debería ser el peligro del ateísmo “práctico.” El peligro del mensaje del materialismo es la noción implícita de que no necesitamos a Dios.
En cierto sentido, sería más fácil enfrentar una persecución por nuestra fe en Dios, que enfrentar la fuerza seductora del materialismo seglar.
La persecución por nuestra fe en Dios sería mucho más concreta. Resulta difícil hablar sobre esto sin parecer que no creo en la bondad de las cosas creadas y en las maravillas que los humanos podemos lograr y de hecho lo hacemos.
Alguien dijo alguna vez que la herejía muy rara vez se equivoca en lo que afirma; más bien, se equivoca en aquello que niega o excluye. El exceso de consumismo materialista en nuestra sociedad se equivoca en su negación del lugar que le corresponde a Dios.
Cuando Dios desaparece, también lo hace nuestra dignidad humana otorgada por Él. Simplemente tenemos que observar las películas que se nos ofrecen como entretenimiento. Escuchar la música. Es probable que el contenido nunca haya sido más patético. La tecnología de los medios de comunicación no tiene paralelo. Existen excelentes actores y actrices. Hay artistas muy talentosos.
Pero resulta prudente ver y escuchar con discernimiento. ¿Por qué tanta vulgaridad y lenguaje obsceno? ¿Por qué la presencia constante de la pornografía flagrante y permisiva? ¿Por qué el absurdo del homicidio forma parte de nuestra vida cotidiana, tanto que casi se da por sentado?
¿Por qué se ridiculiza a la religión (si es que se le reconoce), y Dios está claramente ausente en los foros de opinión pública? ¿Acaso una actuación impresionante, una tecnología impactante y un talento artístico justifican dicha perspectiva del mundo? Este es el pan de cada día de nuestros jóvenes y de la mayoría de las personas.
Enfrentamos el desafío de ofrecernos a nosotros mismos y a nuestros jóvenes, la liberación de esta explotación esclavizante. Nuestra respuesta debe ser algo positivo, no negativo.
Recientemente en una reunión de jóvenes adultos se me preguntó: “¿Qué podemos hacer para vivir nuestra fe que es tan opuesta a la cultura actual?”
Mi respuesta, de improviso, fue decir que existen tres cosas que yo recomendaría.
Primero: participar en los sacramentos de la Iglesia, especialmente en la Eucaristía y en el sacramento de la reconciliación. Los sacramentos nos proporcionan la fuerza moral y espiritual arraigada en el poder de la gracia de Dios.
Segundo: buscar la compañía de amigos que compartan nuestras perspectivas. Nuestras relaciones tienen una influencia muy poderosa.
Tercero: buscar solaz y refugio en la oración, especialmente ante el Santísimo Sacramento en los sagrarios de nuestras iglesias.
La clave es recurrir a Dios en la oración y educarnos sobre las prácticas de nuestra fe. Esa es nuestra misión en la Cuaresma. †