Seeking the Face of the Lord
Los sacramentos nos pueden ayudar a vivir una vida de auténtica libertad
Algunas personas lo llaman “la tormenta perfecta” en la red de comunicaciones inalámbricas. Ellas hablan sobre la invasión de la industria de la pornografía en teléfonos celulares, iPODs y PDAs.
Este abuso del desarrollo de la tecnología es particularmente preocupante debido a que estos instrumentos inalámbricos estarán en manos de muchos, si no de la mayoría, de nuestros niños y jóvenes. Es preocupante debido a que los padres no pueden bloquear esta invasión; se ofrece sin costo adicional para el usuario y, por supuesto, se puede ver anónimamente.
Es una disposición tecnológica para una tentación al momento, que se aprovecha de nuestra concupiscencia ancestral. Lo que puede ser una pornografía indeseable puede y, rápidamente, logra transformarse en pornografía adictiva. Este es un problema serio y relativamente nuevo para cada uno. Añade un agobio cultural más a ustedes los padres, quienes tratan tan arduamente de supervisar el adecuado desarrollo de sus niños. La adicción a la pornografía es humillante y esclavizante a cualquier edad, pero sería devastador para los niños y los jóvenes.
Menciono esto ahora como consejo para todos porque, sin duda alguna, los nuevos teléfonos y otros dispositivos inalámbricos, probablemente, serán los regalos para la Navidad.
Nuestra cultura secular es más y más tolerante a la invasión de la industria pornográfica. Cada vez más, nuestra fe cristiana y sus valores son increíblemente contraculturales. Mi generación sólo puede observar, con asombro, este fenómeno. Nada simpatiza más con estos desarrollos impresionantes que abordarnos abiertamente cuando somos jóvenes. Ser padres nunca han sido fácil en ninguna época, pero uno puede ser de la opinión de que los padres de hoy tienen muchos más retos de la sociedad en la cual vivimos.
¿Qué pueden hacer las personas que, genuinamente, abrazan nuestra forma de vida cristiana?
Primero que todo, tenemos el reto de estar más alertas y mejor informados sobre nuestros valores y virtudes cristianas. Segundo, necesitamos buscar y aceptar la ayuda que nos ofrece la Iglesia que Cristo nos dio.
No creo que sea posible ir en contra de la corriente cultural de nuestra sociedad seglar por mucho tiempo, sin la fortaleza de los sacramentos de la Iglesia. Cristo nos concedió los sacramentos para sustentarnos y para fortalecernos como peregrinos que somos en la travesía por la vida. Necesitamos la fortaleza de la Eucaristía, de la penitencia y la reconciliación y del sacramento de la confirmación. Jesús nos dio estos sacramentos no sólo como un asunto de un ritual arbitrario, sino porque los necesitamos. Los sacramentos son dones gratis que nos ayudan en los retos que enfrentamos como personas que desean ser buenos cristianos.
También necesitamos informarnos sobre las enseñanzas de moral de nuestra Iglesia, las cuales están basadas en las enseñanzas de Jesús. Él nos proporcionó la orientación para vivir nuestro amor por Dios y respetando nuestra dignidad como seres humanos que están marcados con la imagen de Dios. Debemos nosotros mismos, nuestros niños y nuestros jóvenes saber lo que Jesús enseñó sobre lo que es vivir en auténtica libertad.
El Papa Benedicto XVI ha hecho el propósito de exhortarnos a reconocer que muchas de las propuestas culturales contemporáneas que se nos hacen ignoran, a menudo intencionalmente, la existencia de Dios. Un mundo que no necesita de Dios es un mundo dirigido por la esclavitud. Es un mundo que sucumbe a los mismísimos principios básicos que sirvieron de cimientos al nazismo y al comunismo. Con qué rapidez nuestra sociedad seglar puede olvidar las maldades sociales que la plagaron en épocas recientes. El laicismo ateo es igualmente peligroso.
Pero no necesitamos estrujar nuestras manos como si no hubiese un antídoto para un ambiente ateo. Como hicimos ver arriba, Cristo nos concedió lo que necesitábamos para realizar nuestra travesía confiada en la fe y la esperanza. Efectivamente, la época litúrgica del Adviento nos recuerda de manera sorprendente la razón de nuestra jubilosa esperanza. Nada puede alejar de nosotros la plena confianza en el don de la redención que Jesús nos propició.
A través de todas las épocas, en momentos de guerra y de paz relativa, en la oscuridad de los tiempos en la historia de nuestro mundo y en medio de nuestra vida sobre este planeta, los católicos hemos sido capaces y continuamos en la capacidad de anticipar y celebrar el nacimiento de Jesús maravillados y reverentes. Las circunstancias externas que se nos presentan con sus dificultades, no pueden alejar el gozo y el regalo que Cristo trajo a nuestra familia humana –el regalo que sigue siendo nuestro a través de la Iglesia y los sacramentos y el regalo de las enseñanzas de Cristo veneradas en las Escrituras.
Tomemos la ocasión, en estas últimas semanas antes de la Navidad, de acoger las oportunidades que hacen posible que seamos creyentes y libres en nuestra aceptación de lo mejor que compartimos como familia humana. Tenemos lo que necesitamos para permanecer en la ruta sobre el camino a la casa del Padre. Lo hacemos así en solidaridad con Jesús y con cada uno. †